martes, 2 de octubre de 2012


Esta inmensa necesidad de hundirme en tu pecho, como si eso nos librara de toda la carga que supondría el peso de los besos; la agonía de aquella esperanza: poder reposar en sus piernas, pero ello no me libraría de las horas de no-sueño. Y aquellas, aquellas hojas de aquellos libros que reposan en la mesa, gritan con desesperación frases que aluden a estos recuerdos que sutilmente se confunden entre los tuyos y los suyos.

Las horas, las camas, los jabones; confunden los  pasos, los recuerdos, las necesidades del alma. Las palabras, la locura, la necesidad de llenar el vacío mientras se admira la fina capa que hay entre el espacio y el latte. Esa nostalgia, esa tristeza que se vive cuando se cierran los ojos, cuando invaden los únicos minutos que suponen un descanso. Pero sigue con aquél sabor a quemado, a pasado.
Y se confunden, se unen; se funden los recuerdos como si alguna vez fueron uno. Lo que nunca fue. Porque son dos, dos momentos, dos sentimientos. 

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