jueves, 23 de febrero de 2012

Es decir, Ellos

En la paleta monocromática, producto de sus recuerdos, los extremos son buenos. La ausencia de luz deja ver algo que llaman “negro” y poco a poco determina aquello que los ojos pretender ver; lo que ellos quieren ver: Negro, negro, negro.

Mi mente está llena de luz, deja ver aquello que llaman “blanco”, que invita a pintar en ese lienzo aún sin dibujar, miles de colores, de líneas, de formas, de historias.

El “gris” de los pinceles no puede definir un color por el simple hecho de que no hay reacción. ¿Cómo decir que el lienzo es “blanco”, es “gris”, es “multicolor”, si todo lo que ves es “negro”? ¿Cómo puedes decir que todo lo que pintarán sus dedos es “negro”?

Azul, amarillo, verde, rosa, magenta, blanco, gris… negro. Miles de historias, cientos de sueños… todas de diferentes colores. Entonces, ¿por qué decir que solo existe "negro"?

Si es así, “yo”, un cuadro que se empieza pintar, no existo. No en un mundo donde todo es “negro”, porque “blanco” es mi principio y “multicolor” es mi final.

Negar mi existencia me excluiría de este mundo, y entonces aquello que creo es verdad: soy “blanco” casi azulado, como la nieve, que atraviesa el prisma generando miles de espectros luminosos.

No. No solo hay negro, ¿ O será que en sus lienzos solo existe “negro” y alcanzó nublar sus ojos?

viernes, 17 de febrero de 2012

Crónica de un sueño. Parte Final

Abrió sus ojos y se encontraba en una habitación con aquel hombre que la había invitado a su mesa. Preguntó que hacía allí.

Cuatro paredes llenas de colores extraños, como aquellos que alguna vez vio en los baños públicos, en aquel espacio solo había una cama, un sillón antiguo y un pequeño televisor a blanco y negro. Ella, acostada en la cama, veía como aquel hombre tomaba un cuchillo y lo ponía sobre la mesa, sacaba lo que parecía un durazno de una bolsa de papel y empezó a cortarlo. Los pequeños pedazos los llevaba a su boca, saboreando cada jugo de aquel fruto. Parecía ser el último en su especie.

Aún sin respuestas, ella intentaba no dejarse controlar, necesitaba escapar de allí. Aquel hombre terminó de comer y sin más que decir se dirigió hacia ella, la levantó de la cama tomándola por el brazo dejándola de rodillas sobre la cama y frente a él, le acercó el cuchillo al rostro. Tan rápido como el hizo esto el pasado de aquella chica vino a su cabeza. Nunca quiso recordarlo y seguramente él tampoco quiso saber de qué se trataba; las imágenes parecían ya incontrolables: sangre en el piso, un cadáver, una nota y ninguna culpa.

Las lágrimas brotaban de sus ojos, su respiración se volvió cada vez más rápida, su cuerpo temblaba. No podía controlarse. El frío recorría sus venas, la poca ropa que llevaba estaba rasgada, quizás reflejo de lo que pasó.

Aquel cuchillo logró robarle algunas gotas de su sangre, dejándolas volar directamente entre sus piernas y haciendo estremecer su cuerpo, de escalofrío, de miedo, de miedo a lo que iba a pasar en aquel lugar. No temía por ella, temía por él.
Su mirada se dirigió hacia el hombre, a sus ojos; pensó en como escapar pero sus ganas de asesinar eran más fuertes que las de él. El olor a sangre despertó sus instintos y a aquel ser que vivía dentro de ella. Sin mas que un brusco movimiento, una de sus piernas logró zafarse y empujar fuertemente al hombre, lo tumbó y su cabeza pegó contra aquel sillón que tanto disfrutó. Quedó inconsciente, no tendría escapatoria.

Ella se levantó de la cama, miró al hombre de pie y se imaginó lo que ocurrió la noche anterior, quería repetirlo. Necesitaba vivir esa experiencia una vez más.
Cuando menos lo pensó tomó una cuerda que estaba en la mesa y amarró al hombre. Sus manos, sus pies… tan fuerte como pudo. Lo dejó allí, tendido sobre el piso, para después poco a poco desgarrar sus ropas con aquel cuchillo que tanto deseó tener en sus manos. La camisa con aquel símbolo extraño…

Su figura de mujer reposó sobre el sillón, observando a su próxima victima. Pasaron unos instantes cuando despertó. Asombrado del cambio que había tomado la situación, el hombre empezó a retorcerse en el piso, tratando de desamarrar aquellos nudos. Ella se colocó al lado, en el piso, y colocó el arma sobre su rostro.

Los ojos del hombre se abrieron hasta más no poder y un grito de pavor salió de su boca. Ella amaba ese sonido. El del miedo, el silencio, el que demostraba que ella tenía el control. Deslizó el cuchillo por su cara y robó unas cuantas gotas de sangre, igual que lo hizo con ella.

Las gotas caían, mientras admiraba el dulce danzar del preciado líquido; desesperó y levantó el arma, las dulces melodías de aquel grito que anticipó la muerte la hizo elevar y soñar. El filoso metal estaba ya levantado y apuntado directamente al centro del corazón, bastó con suspirar para que aquellas manos hicieran penetrar el cuchillo. Lentamente, armoniosamente, tan lleno de arte.
Cerró sus ojos y percibió el olor a sangre, la que corría por el costado de aquel hombre.

Su corazón latía rápido, el caos reinaba en su mente, todo aquello que conocía dejó de existir. Su “mundo” ya no era el mismo. Las nubes grisáceas opacaron la razón, el olor a azufre era la de la sangre en sus manos. Su corazón latía tan rápido, agonizaba en vida; suspiró, eran sus últimos segundos de vida. Ella murió y despertó a un nuevo YO.


PD: Esta crónica fue escrita para la cátedra de Informativo IV. Es el resultado de tantas lecturas a Jonathan Santlofer y John Katzenbach...

martes, 14 de febrero de 2012

Comunicado N°1

Divagando entre tantos recuerdos, el caos de la ciudad y mucho rosa y rojo, mis pensamientos no pudieron encontrar otra explicación a fechas tan comerciales como ésta. No estoy en contra de "demostrar" el amor, si es que se puede reflejar a través de lo material. No estoy en contra de los regalos empalagosos, si es que lo eres. Lo diré como lo escribí hace días en mi twitter: "De qué vale demostrar los sentimientos 1 día cuando los otros 364 pueden llegar a ser un infierno?"

Cartas pre diseñadas, rosas rojas y hasta peluches que se bañan de color rosa bebé inundan las tiendas, las calles... Todo aquello que especialmente un ser, tan extraño como yo, no soporta. Es decir, la rosa roja es para mamá, las cartas tienen código que indican que es n° x dentro de x número, todas iguales, y los peluches rosa solo son para los bebés que acaban de nacer. Digo, por aquello de que ni ellos saben que significa, o será por eso que lloran durante la noche? Cual fuese el caso, supongo que mi empeño por parecer "ruda" me lleva a pensar que quizas es necesario "reinventar" esto. Las fechas, los regalos,...

Que tal pintar el cielo de púrpura? Escribir algunas líneas de Rayuela en la arena? Volar entre las nubes? ... otra vez estoy pidiendo demasiado. Pero sinceramente estoy cansada de ver lo mismo, ... Incluso, las fechas pasan tan desapercibidas por mi cabeza que ni recuerdo porqué escribo este post.

Las fechas son "demasiado" quizas por aquello de que "lo que tiene un principio tiene un final", así que si elijo desconocer el principio quizás no haya final ... Anyway. El amor no se puede limitar a "fechas" o "situaciones", tiene que estar allí siempre, con o sin regalos, desconociendo al mundo que nos ha hecho ver el amor como algo comercial, como algo monótono, como algo mecánico.

Soy un libro lleno de arte, no puedes colocar dentro de él sólo "rojo" y "rosa". Hay que llenarlo de muchos colores, de muchas formas...


PD: Sin embargo, no me negaría a leer algunas lineas de Rayuela, escuchar Noel Gallagher... Digo, ésta chica que anda sobre la nieve.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Crónica de un sueño. Parte II

Era de noche, la ciudad de Caracas estaba agitada, no era de extrañar que sus habitantes estuviesen apresurados, era la rutina de todos desde hace ya tanto que ni sus propias memorias lograban recordar. El tránsito era pesado y el clima frio, pero aun así, todos percibían algo extraño, era el temor de que algo ocurriría.

Los televisores de muchos esperaban el tan esperado anuncio, otros se limitaron a hacer aquello que les faltaba por hacer y otros tantos tomaron una decisión apresurada, poner fin a sus vidas.

Caminando, ella esperaba impacientemente su reunión en aquel lugar que le ofrecería lo que ella más amaba, la música. El teatro, como lo llamaban, tenía esa noche un invitado muy especial. Vestido negro, botas negras, un muy elaborado maquillaje que recordaba a una artista pop y la frescura de la noche bañaban su alma y su espíritu.

A las 11 de la noche entró en aquel sitio, unas pequeñas escaleras hacia un subterráneo la condujeron al lugar. Estaba oscuro y solo se veían las luces al final de aquel camino. En la puerta, un tipo con cara de malo le preguntó por el cover, selló su mano y la dejó pasar. Al entrar sus pupilas se dilataron, la luz en la entrada era muy fuerte, alumbraba a todos los que pasaban por allí. Se detuvo, respiró y sintió el aroma a cigarro, algo que la atraía, la hacia sentir un poco mejor. La nube de humo no dejaba ver mucho, el espacio era tan reducido que podría compararse con la de un pequeño apartamento en el centro la ciudad; el ruido de aquellas voces jóvenes de edad universitaria, mezclada con la música rock de The Strokes perturbó por un segundo aquella alegría y paz.

Su mente quedó en blanco, cerró los ojos y respiró profundo. Sentía que se ahogaba. Necesitaba el falso silencio que las calles de aquella ciudad le bridaban. Abrió sus ojos e intentó incorporarse otra vez a aquella multitud, sonriendo.

Buscó una mesa y no encontró, de pronto vio que alguien le ofrecía un puesto en la barra, estaba bien para ella, solo quería disfrutar de aquella banda que tocaría a la “hora del rock”. Pidió un trago y mientras bebía, miles de pensamientos corrieron por su cabeza.

Las vagas reflexiones que pudo sacar esa noche de su cabeza se limitaban a su día a día. No se permitía pensar más allá de eso, no quería arruinar la noche pesando en que todos temían que los “falsos” adivinos estuviesen en lo correcto, el miedo era notable en muchas de las caras en aquel lugar. Pero no en la de ella.

Sin más con quien hablar que su propia conciencia, la impaciencia y el reloj esperaban y desesperaban. Las luces de aquel lugar empezaron a ser cada vez mas tenues, parecía ser que ella era la única que lo notaba, quizás era el licor. Quizás el temor.

Alguien se acercó y la invitó a pasar a su mesa. Era un chico de mediana estatura, robusto, tan blanco como podía percibir dentro de aquel lugar, llevaba jeans y una camisa con una figura que nunca logró descifrar. Se levantó y fue escoltada por aquel hombre que a pesar de no tener buen aspecto parecía la única solución a tantos pensamientos inconclusos y molestos. Sentada en aquella mesa, su mente no dejaba colar lo que tanto temía, ese impulso que la había llevado a no relacionarse con muchos desde aquella vez.

Media noche, la banda se preparaba para tocar. Las 100 personas que se encontraban en aquel pequeño lugar, se levantaron de sus asientos y esperaban el momento. Las luces, tan brillantes, tan tenues quisieron apagarse dejando sin aliento a quienes en sus corazones, esperaban la señal.

Ella solo aceleró sus pensamientos, era el fin de aquello que conocía. Creía que aquellas profecías eran un invento para robar corazones y almas, pero algo estaba sucediendo.

Su mente se puso en blanco, sus fuerzas parecían desvanecerse y su conciencia dejó de existir...

lunes, 6 de febrero de 2012

Crónica de un sueño. Parte I

El día en que despertó, sus ojos vieron lo que muchos ya habían profetizado, la devastación de aquello que conocía como “mundo”. El sol se escondía entre las nubes grisáceas dejando solo a los sentidos el olor a azufre, era intolerable. Lo que existía ya no era el mundo, solo quedaba la devastación, solo quedaba ella, en sus últimos segundos. Sin aliento, sin ganas; los latidos de su corazón parecían perderse dentro de tanto caos; hasta la muerte.