domingo, 11 de marzo de 2012

Oh, pequeña Estela!!

Oh, pequeña Estela, abres el paquete con la ingenuidad de una niña, esperas que lo que está adentro sea algo nuevo, tan mágico como las horas antes de despertar y tan necesario como el oxigeno que respiras. Lo ansías con tanto amor, con tanto deseo; tus manos tiemblan de emoción, tus ojos lloran de la alegría y tus pupilas parecen estar encantadas de tanta belleza. Oh Estela, pequeña Estela.

La caja anuncia que son 3600 piezas, la cantidad de segundos que necesitas para respirar, 3600 formas que debes juntar para crear la obra de arte, una fórmula que sin querer no te ha resultado. No hay mapa, no hay manual de instrucciones o kit modificador digo, por si alguna pieza no encaja. Quién puede creer que el fabricante envió este paquete sabiendo que estaba defectuoso? Cómo sabría él que una de las 3600 piezas no encajaría? Que una pequeña Estela tendría entre su esencia lo que él creó y que producto de la desesperación su creación iba a tratar de ser modificada...

Caja de herramientas en mano: play-doh, crayolas, pegamento, cinta adhesiva y tijera; un martillo de plástico y así empieza el juego. Amarillo, coloca esa pegostosa mezcla de amarillo sobre la pieza, trata de llenar cuidadosamente los espacios que faltan, pero no concuerdan, no concuerdan los espacios que rellenó de ese amarillo con los que hay en el fondo, se ve claramente que está remendado. La pieza es muy pequeña, muy grande. No funciona. Toma la medida del agujero, la regla dice que son 2 cm x 1,62 cm, los espacios curvos le dificultan la operación y desiste. Es muy complicado para hacerlo. Toma una hoja en blanco y dibuja la forma que falta, coloca figuras e inmediatamente toma las crayolas, es cuidadosa, sabe que cualquier movimiento brusco podría hacerla salir de los bordes o podría desfigurar lo que dibujó. Colorea llena de felicidad, se da cuenta que ha terminado, es así, terminó. Que hermoso ha quedado! Es una maravilla...

Colores brillantes, hermosas curvas, delicadamente elaborado y recortado, oh Estela! Has logrado completar tu obra, la obra que alguien más creó y dividió en 3600 piezas y que ahora tu intentas reconstruir, vagamente reconstruir sin éxito.

Al colocar la pieza de papel notas como pequeños puntos quedan en blanco, la superficie porosa en donde coloreaste impidió que muchas de las gotas de colores llegaran a su destino, la cera no impregnó el blanco. Oh, Estela!! No llores. Aún puedes tratar con tu martillo de plástico. Toma la pieza de cristal y colocarla sobre el borde faltante, toma el martillo y poco a poco trata de encajar la delicada pieza en aquel lugar, con pequeños golpes. Tu puedes, Estela.

Dos siglos pasaron y la pequeña Estela intentó terminar la obra. Con su pequeño martillo de plástico rayó el cristal, lo partió en algunos bordes y los colores se hicieron opacos. No pudo resistir y mandó una carta al fabricante. Nunca obtuvo respuesta y fue entonces cuando decidió apartarse. Se levantó del suelo con aquellas frágiles piernas, sus cansados brazos, sus ojos rojos de no dormir, vio que aquella pieza no pertenecía a esa obra. Sí, son los mismos colores, la misma fabrica, el mismo creador... pero no era de allí, necesitaba otro lugar. Quizás un rompecabezas de piezas infinitas pues 3600 piezas es muy poco, es mucho.

Dejó de llorar y comprendió que no podía encajar la pieza, que era inútil tratar de convertirla en play-doh, de hacerla de papel con colores de cera, recortarla, martillarla... de ponerla frente al espejo y tratar de hacerla parecer a otra, a alguna las 3599 restantes. Ahora le busca un espacio.

Oh, mi pequeña Estela, tranquila, lo encontrarás.

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