miércoles, 8 de febrero de 2012

Crónica de un sueño. Parte II

Era de noche, la ciudad de Caracas estaba agitada, no era de extrañar que sus habitantes estuviesen apresurados, era la rutina de todos desde hace ya tanto que ni sus propias memorias lograban recordar. El tránsito era pesado y el clima frio, pero aun así, todos percibían algo extraño, era el temor de que algo ocurriría.

Los televisores de muchos esperaban el tan esperado anuncio, otros se limitaron a hacer aquello que les faltaba por hacer y otros tantos tomaron una decisión apresurada, poner fin a sus vidas.

Caminando, ella esperaba impacientemente su reunión en aquel lugar que le ofrecería lo que ella más amaba, la música. El teatro, como lo llamaban, tenía esa noche un invitado muy especial. Vestido negro, botas negras, un muy elaborado maquillaje que recordaba a una artista pop y la frescura de la noche bañaban su alma y su espíritu.

A las 11 de la noche entró en aquel sitio, unas pequeñas escaleras hacia un subterráneo la condujeron al lugar. Estaba oscuro y solo se veían las luces al final de aquel camino. En la puerta, un tipo con cara de malo le preguntó por el cover, selló su mano y la dejó pasar. Al entrar sus pupilas se dilataron, la luz en la entrada era muy fuerte, alumbraba a todos los que pasaban por allí. Se detuvo, respiró y sintió el aroma a cigarro, algo que la atraía, la hacia sentir un poco mejor. La nube de humo no dejaba ver mucho, el espacio era tan reducido que podría compararse con la de un pequeño apartamento en el centro la ciudad; el ruido de aquellas voces jóvenes de edad universitaria, mezclada con la música rock de The Strokes perturbó por un segundo aquella alegría y paz.

Su mente quedó en blanco, cerró los ojos y respiró profundo. Sentía que se ahogaba. Necesitaba el falso silencio que las calles de aquella ciudad le bridaban. Abrió sus ojos e intentó incorporarse otra vez a aquella multitud, sonriendo.

Buscó una mesa y no encontró, de pronto vio que alguien le ofrecía un puesto en la barra, estaba bien para ella, solo quería disfrutar de aquella banda que tocaría a la “hora del rock”. Pidió un trago y mientras bebía, miles de pensamientos corrieron por su cabeza.

Las vagas reflexiones que pudo sacar esa noche de su cabeza se limitaban a su día a día. No se permitía pensar más allá de eso, no quería arruinar la noche pesando en que todos temían que los “falsos” adivinos estuviesen en lo correcto, el miedo era notable en muchas de las caras en aquel lugar. Pero no en la de ella.

Sin más con quien hablar que su propia conciencia, la impaciencia y el reloj esperaban y desesperaban. Las luces de aquel lugar empezaron a ser cada vez mas tenues, parecía ser que ella era la única que lo notaba, quizás era el licor. Quizás el temor.

Alguien se acercó y la invitó a pasar a su mesa. Era un chico de mediana estatura, robusto, tan blanco como podía percibir dentro de aquel lugar, llevaba jeans y una camisa con una figura que nunca logró descifrar. Se levantó y fue escoltada por aquel hombre que a pesar de no tener buen aspecto parecía la única solución a tantos pensamientos inconclusos y molestos. Sentada en aquella mesa, su mente no dejaba colar lo que tanto temía, ese impulso que la había llevado a no relacionarse con muchos desde aquella vez.

Media noche, la banda se preparaba para tocar. Las 100 personas que se encontraban en aquel pequeño lugar, se levantaron de sus asientos y esperaban el momento. Las luces, tan brillantes, tan tenues quisieron apagarse dejando sin aliento a quienes en sus corazones, esperaban la señal.

Ella solo aceleró sus pensamientos, era el fin de aquello que conocía. Creía que aquellas profecías eran un invento para robar corazones y almas, pero algo estaba sucediendo.

Su mente se puso en blanco, sus fuerzas parecían desvanecerse y su conciencia dejó de existir...

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