viernes, 17 de febrero de 2012

Crónica de un sueño. Parte Final

Abrió sus ojos y se encontraba en una habitación con aquel hombre que la había invitado a su mesa. Preguntó que hacía allí.

Cuatro paredes llenas de colores extraños, como aquellos que alguna vez vio en los baños públicos, en aquel espacio solo había una cama, un sillón antiguo y un pequeño televisor a blanco y negro. Ella, acostada en la cama, veía como aquel hombre tomaba un cuchillo y lo ponía sobre la mesa, sacaba lo que parecía un durazno de una bolsa de papel y empezó a cortarlo. Los pequeños pedazos los llevaba a su boca, saboreando cada jugo de aquel fruto. Parecía ser el último en su especie.

Aún sin respuestas, ella intentaba no dejarse controlar, necesitaba escapar de allí. Aquel hombre terminó de comer y sin más que decir se dirigió hacia ella, la levantó de la cama tomándola por el brazo dejándola de rodillas sobre la cama y frente a él, le acercó el cuchillo al rostro. Tan rápido como el hizo esto el pasado de aquella chica vino a su cabeza. Nunca quiso recordarlo y seguramente él tampoco quiso saber de qué se trataba; las imágenes parecían ya incontrolables: sangre en el piso, un cadáver, una nota y ninguna culpa.

Las lágrimas brotaban de sus ojos, su respiración se volvió cada vez más rápida, su cuerpo temblaba. No podía controlarse. El frío recorría sus venas, la poca ropa que llevaba estaba rasgada, quizás reflejo de lo que pasó.

Aquel cuchillo logró robarle algunas gotas de su sangre, dejándolas volar directamente entre sus piernas y haciendo estremecer su cuerpo, de escalofrío, de miedo, de miedo a lo que iba a pasar en aquel lugar. No temía por ella, temía por él.
Su mirada se dirigió hacia el hombre, a sus ojos; pensó en como escapar pero sus ganas de asesinar eran más fuertes que las de él. El olor a sangre despertó sus instintos y a aquel ser que vivía dentro de ella. Sin mas que un brusco movimiento, una de sus piernas logró zafarse y empujar fuertemente al hombre, lo tumbó y su cabeza pegó contra aquel sillón que tanto disfrutó. Quedó inconsciente, no tendría escapatoria.

Ella se levantó de la cama, miró al hombre de pie y se imaginó lo que ocurrió la noche anterior, quería repetirlo. Necesitaba vivir esa experiencia una vez más.
Cuando menos lo pensó tomó una cuerda que estaba en la mesa y amarró al hombre. Sus manos, sus pies… tan fuerte como pudo. Lo dejó allí, tendido sobre el piso, para después poco a poco desgarrar sus ropas con aquel cuchillo que tanto deseó tener en sus manos. La camisa con aquel símbolo extraño…

Su figura de mujer reposó sobre el sillón, observando a su próxima victima. Pasaron unos instantes cuando despertó. Asombrado del cambio que había tomado la situación, el hombre empezó a retorcerse en el piso, tratando de desamarrar aquellos nudos. Ella se colocó al lado, en el piso, y colocó el arma sobre su rostro.

Los ojos del hombre se abrieron hasta más no poder y un grito de pavor salió de su boca. Ella amaba ese sonido. El del miedo, el silencio, el que demostraba que ella tenía el control. Deslizó el cuchillo por su cara y robó unas cuantas gotas de sangre, igual que lo hizo con ella.

Las gotas caían, mientras admiraba el dulce danzar del preciado líquido; desesperó y levantó el arma, las dulces melodías de aquel grito que anticipó la muerte la hizo elevar y soñar. El filoso metal estaba ya levantado y apuntado directamente al centro del corazón, bastó con suspirar para que aquellas manos hicieran penetrar el cuchillo. Lentamente, armoniosamente, tan lleno de arte.
Cerró sus ojos y percibió el olor a sangre, la que corría por el costado de aquel hombre.

Su corazón latía rápido, el caos reinaba en su mente, todo aquello que conocía dejó de existir. Su “mundo” ya no era el mismo. Las nubes grisáceas opacaron la razón, el olor a azufre era la de la sangre en sus manos. Su corazón latía tan rápido, agonizaba en vida; suspiró, eran sus últimos segundos de vida. Ella murió y despertó a un nuevo YO.


PD: Esta crónica fue escrita para la cátedra de Informativo IV. Es el resultado de tantas lecturas a Jonathan Santlofer y John Katzenbach...

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