jueves, 16 de agosto de 2012

Odio las lagrimas que hacen brotar los gritos, las marcas que dejan los momentos tristes.

Odio el rencor y la enemistad. Los falsos amigos y a los interesados.

Odio cuando suena el teléfono y no llego a tiempo. Cuando espero una llamada y nunca se da.

Odio la espera y las salas de espera. Los reloj y sus manecillas con los constantes tic-tac que parecen no llegar al final.

Odio el tráfico de esta ciudad y las motos. El miedo evidente al caminar por las calles.

Odio la ingenuidad, aunque yo lo soy un poco.

Odio la humedad aunque amo su olor. Odio los constantes movimientos que producen nauseas.

Odio perder el interés por las cosas tan rápido. Por los libros que leo a la mitad, por la música que dejo de escuchar. Los caminos que se quedaron sin recorrer. Las palabras que nunca dije. Las cosas que nunca hice.

Odio tener nervios y no poder controlarlos. Odio que sepan lo que pienso, lo que siento.

Odio que conozcan quien soy. De lo que soy y no soy capaz. Ese sentimiento de vulnerabilidad.

Odio cuando no encuentro las cosas. Cuando las pierdo.

Odio la cobardía de la que me he convertido en amiga. Odio el miedo.

Odio la incertidumbre y la falta de respuestas. De la ansiedad.

Odio...

Pero al final, no odio nada. Ese sentimiento no está en mi. No lo conozco. Entonces son cosas que me molestan. De las que mas me molestan. (entre otras tantas)

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