domingo, 26 de agosto de 2012

Libélulas


Hay troncos de hierro en el camino, sin embargo, estas allí con tu pequeña campana anunciando que invadirás mis pensamientos y volverás a jugar con ellos. Los pasos son lentos. Trato de ser cuidadosa, pasar desapercibida por el túnel lleno de libélulas, esas que en un cerrar y abrir de ojos se transforman en desdichados cuervos a la espera, para atacar y punzar.

La respiración es profunda. Se cierran los ojos y escucho cuando el aire entra y sale, con pequeños suspiros que revelan la intención. Tú los escuchas, me atacas; invades nuevamente.

Caer; ver infinidades de colores marrones, camisas blancas y quizá algunas negras. Voces silenciosas que señalan al culpable de este crimen. Testigos clavando culpas sin temor, miedo o arrepentimiento. Esperando que salpique la sangre.

Te oigo llegar, con alardes de grandeza; diciendo que las noches serán más largas, que los pasos se sentirán pesados pero que te irás en algún momento, otra vez. 

En silencio logro entender tu juego pero no sé como jugarlo, entonces río a carcajadas, llenando mi boca de millones de papeles de colores que pronto se transformarán en sed, en hambre, en angustia.

Quién te invita a esta cena? Quién envía las invitaciones? Quién eres tú?

Podrías ser el bueno que intenta decir algo, quizá eres el malo que detesta ver tranquilidad. El mismo que me tiene apartada del primero.

Juego este juego que mágicamente se reinicia sin llegar al fin. Sin ganadores o perdedores. Solo tú, tablero indescifrable; y yo, jugadora consumida en la adicción.

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